Los agapornis Fischeri o Inseparables de Fischer fueron descubiertos en el siglo XIX por el doctor alemán Gustav Fischer en Tanzania, en el este de África.
Es una de las especies de agapornis más conocidas y extendidas entre los amantes de estos pájaros. En su hábitat natural, los agapornis fischeri viven en pequeñas bandadas de entre 100 y 200 ejemplares al sur del lago Victoria, el segundo lago de agua dulce más grande del planeta, situado en el área centro-oriental del continente africano.
Se distribuyen en zonas de alturas que pueden alcanzar desde los 1100 a los 2200 metros, en las que se alimentan de semillas como el trigo, el maíz o el mijo.
Las características de los agapornis fischeri guardan muchas similitudes con el agapornis común, aunque con ciertos detalles que le hacen diferenciarse del resto de especies de esta raza.
Los agapornis Fisher miden unos 15-16 cm de cabeza a cola y suelen pesar en torno a 45 gramos. Su esperanza de vida en cautividad puede alcanzar hasta 20 años, aunque lo más frecuente es que vivan 15 años aproximadamente.
Presenta un color verde en espalda, pecho y alas, que a medida que asciende por el cuerpo se puede observar una tonalidad amarilla que pasa a ser naranja más oscuro alcanzando la parte superior de la cabeza. La rabadilla, en cambio, es de un color azul-violeta
Por tanto, es un ave que destaca mucho por esa variedad de colores tan característica, por lo que se les conoce también como agapornis del arco iris.
También se le puede observar un anillo ocular de color blanco, como sucede en otras especies, y un pico de color rojo intenso.
El agapornis Fisher no presenta dimorfismo sexual, como sí sucede, por ejemplo, en el caso de los Taranta. Aunque es complicado diferenciar si se trata de un agapornis macho o hembra, siendo una prueba de ADN el método más infalible para averiguarlo, existen algunas formas para identificarlos:
Destaca dentro de su carácter por su nivel de territorialidad -especialmente en época de cría-, aunque pueden convivir con otras especies de agapornis una vez adaptados. En este sentido, recomendamos que, en el caso de adquirir nuevos agapornis para incorporarlos a la misma jaula, se les tenga primero por separado para que se vean y oigan antes de que tengan contacto físico porque podrían atacar al considerar ese espacio como propio.
En caso de criar varias parejas en una gran pajarera o jaulas grandes para agapornis, recomendamos que los nidos -que han de ser más que la cantidad de parejas que haya- se les ponga a la misma altura porque siempre peleará cada pareja por el que se encuentre más alto, evitando en cierta medida posibles conflictos entre ellos.
En el caso de las hembras, son aún más posesivas y territoriales, por lo que estas medidas deberían extremarse aún más si la primera habitante es de este género.
Así, se podría decir que se encuentran a medio camino entre un Rosecoilli y un Personata atendiendo a este carácter tan peculiar.
Lo mejor para establecer un vínculo entre la mascota y su dueño es que se le críe como papillero, ya que así te devolverá el cariño que le proporcionas.
Los cuidados básicos de los agapornis fischeri o agapornis Fisher no difieren demasiado del resto de especies de agapornis.
Respecto a la alimentación, se alimentan de una amplia variedad de sustancias, tales como semillas y frutas. También se puede complementar con girasol, hierbas, zanahoria, así como mixtura de semillas o cebo de huevo.
Esta especie acusa principalmente enfermedades de carácter respiratorio u ornitosis, por lo que la ubicación de las jaulas para agapornis Fischeri es fundamental, evitando situaciones de humedad o bajas temperaturas.
También pueden caer en depresión si viven solos, por lo que lo más recomendable es que se les agrupe en parejas o pequeños grupos, además de otorgarles un espacio proporcionado teniendo en cuenta la cantidad de ejemplares que convivirán, necesidad que se da también en otras razas como los periquitos.
Puedes colocarle distintos juguetes para agapornis en el interior de su hogar, así como procurar que la temperatura se mantenga estable en el entorno de las jaulas para agapornis de Fisher, aunque es cierto que, por su origen, resisten las bajas temperaturas siempre que cuenten con un refugio que les aisle bien de ello.
En el interior de las jaulas para agapornis, estos ejemplares podrán bañarse, con la capacidad que les caracteriza de acicalarse por sí mismos o con la ayuda de un recipiente de agua templada.
Los agapornis Fisher pueden criar a partir del primer año de edad, siempre en nidos cerrados con una superficie de 25×25 cm y una altura de unos 30 cm.
Ponen entre 3 y 5 huevos, los cuales son incubados en un periodo de unos 20 días. Es probable que, una vez que las crías sean independientes, sus padres las rechacen, por lo que en ese caso lo mejor será retirarlas.
Esta especie tiene facilidad para reproducirse con otras especies, de cuyos cruces han surgido diversas mutaciones de agapornis fisher, de entre las que destacan las siguientes:
Agapornis de Fischer Azul: la variedad más frecuente por su estética, combinando el blanco, negro y el azul predominante.
Agapornis de Fischer Aqua: en este caso, el color azul es de una intensidad mucho menor que en el caso anterior.
Agapornis de Fischer Pastel: presenta los mismos colores que el Fisher común, pero con mucho menor brillo. Se diferencia de la mutación anterior porque presenta la parte posterior de la cabeza de color naranja, a diferencia del negro del Aqua.
Agpornis de Fischer Lutino: el amarillo es su color más importante, combinado con el naranja que cubre su cabeza.
Agapornis de Fischer Arlequín: no presenta un color fijo, sino que esta mutación se puede dar en variedades en las que se combinan colores en sus plumas, siendo el verde y amarillo la mezcla más frecuente, aunque también se ve el factor arlequinado en los colores azul, cobalto o pastel.
Agapornis de Fischer Violeta: se distingue del azul en que el color negro de la cabeza es menos intenso y el azul de sus plumas más colorido.
Existen otras mutaciones menos frecuentes, como el misty, el bronze fallow o el albino. Al no estar tan extendidas estas variedades, los precios que se pagan por un ejemplar así son realmente disparatados.
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